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Un momento que no nos vamos a olvidar.
Práctica al aire libre
Algo mágico y maravilloso sucede cuando el "instrumento más primitivo" que tenemos pareciera liberar el alma. La voz humana con sus matices, con la capacidad para transmitir emociones, para llegar a lo más profundo del otro. Ayer esas trescientas voces adolescentes hicieron mucho más. Como mamá tengo que admitir que regresé a casa llena de energía: las vibraciones no sólo llegan a los oídos, sino al corazón. Verlos en conjunto, pensar que esos chicos que están creciendo pueden expresarse a través de un arte que los vincula y mejora como seres humanos. Saber que están haciendo algo útil, bello, donde todos son importantes, donde no hay lugar para la mezquindad o la violencia. En un momento pensé, mientras los disfrutaba, qué pasaría si todas las escuelas le dieran a los adolescentes la oportunidad de liberar la voz en comunión con los otros, o de hacer percusión con lo que tuvieran a mano. Se necesitan muchos "Juntos" para que ellos muestren lo que pueden, ojalá otros tantos se contagien.
Me siento afortunada porque mi hijo va a una escuela donde además de la exigencia académica se valora al ser humano en sí, con sus capacidades creadoras. Este encuentro coral y la convivencia en Areco son muestras de la calidad y dedicación docente. A estos eventos se le entrega mucho tiempo y energía para coordinar y hacerse responsables, un enorme compromiso para decir sí a lo distinto, para convocar a un grupo de jóvenes con todo lo que ello implica, y para mostrar a las familias lo que nuestros hijos "tienen dentro". GRACIAS, profesores, por su pasión y entrega. Por permitirnos que nuestro hijo nos sorprenda, por permitir que la voz sea el motivo para mirarse, escucharse, expresar alegría, ternura, entusiasmo. Por demostrarnos que la voz es el alma que habla.
Felicitaciones, vivimos un momento que no vamos a olvidar.
Margarita Rothenberg.
Mamá de Santiago Lequio Alumno de 3° A.
La presentación del cuerpo coral
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